Monday, February 26, 2007
PERDONARAN MI ESCEPTICISMO

Celebro la intencion de la cacareadisima Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, cualquier cosa que ayude a disminuir la violencia intrafamiliar debe ser bienvanida, sin embargo, la forma de hacerlo --es decir "el como"-- es la parte que no acaba de cuadrarme.

Ya de por si es dificil hablar de temas de genero sin entrar en polemicas, asi que tratare de ser lo mas claro posible en este punto:

NO ESTOY DE ACUERDO CON LA PROMULGACION DE DICHA LEY
(esta es la parte en que a la lectora le hierve la sangre y le pasan cualquier cantidad de improperios hacia mi persona, pero a esa lectora le pido que conozca mis razones para esto).

En una epoca de igualdad de genero y de feminismo mal entendidos --la linea entre el bueno y el malo es sumamente delgada-- no puedo dejar de aferrarme al articulo cuarto de nuestra Carta Magna:

Artículo 4.- El varón y la mujer son iguales ante la ley. Esta protegerá la organización y el desarrollo de la familia.

Desde el momento en que existe una ley exclusiva para la proteccion de la mujer, el hombre dejó automaticamente de ser igual ante la ley, ya que lo pone en desventaja porque hay situaciones que para el hombre constituyen un delito pero para la mujer no.

¿Que paso con eso de "Una ley para todos y todos bajo la ley"?. Creo que con adecuar algunos puntos el Codigo Penal y del Codigo Civil se pudo haber logrado un impacto similar en terminos practicos sin todos los tramites que implica la creacion de una nueva ley.

El problema es que nuestros eficientisimos legisladores tienen la idea de que poniendole mas y mas letras con castigos y penas cada vez mas fuera de la realidad a faltas cada vez mas pequeñas estan haciendo su chamba.

Lamento decirles que no es asi.

El articulo cuarto de la constitucion por si mismo le garantiza a la mujer un trato igualitario. Las leyes que de el emanan le garantizan un trato justo (OJO... NO ES LO MISMO).

La nueva ley tipifica la "violencia psicológica" como
"cualquier acto u omisión que dañe la estabilidad psicológica, que puede consistir en: negligencia, abandono, descuido reiterado, celotipia, insultos, humillaciones, devaluación, marginación, desamor, indiferencia, infidelidad, comparaciones destructivas, rechazo, restricción a la autodeterminación y amenazas, las cuales conllevan a la víctima a la depresión, al aislamiento, a la devaluación de su autoestima e incluso al suicidio;"

Al parecer dejar de amar a una mujer y decirselo se ha convertido en un delito. Si eso no es poner al hombre en desventaja ante la ley no se que será.
Lo bueno es que la mayoria de los jueces todavia son hombres.

Eso si, si la mujer incurre en ese mismo tipo de maltrato sobre su pareja, a lo mas que aspira el caballero es a que la autoridad se ria de el por mandilon y por wei.


Este debate no es nuevo en este blog, ya que lo aborde desde el punto de vista de la mentadisima Ley Indigena, y alegue que era una monstruosidad que lejos de integrar a los pueblos nativos de Mexico no hace mas que excluirlos al tratarlos como indigenas en lugar de como mexicanos.

Al paso que van, un dia vamos a tener una Ley General de Acceso a la Leche Fría
¡¡¡CHALE...!!!
 
posted by Cosmo at 8:38 PM | Permalink |


2 Comments:


  • At 9:31 PM, Anonymous Anonymous

    Un soberbio artículo de Jesús Silva Herzog Márquez sobre el tema...

    El Estado y el amor
    W. H. Auden escribió su poema "1o. de septiembre de 1939" poco tiempo después de haber llegado a Estados Unidos, cuando Alemania invadía Polonia. En el poema resuenan los horrores de un mundo que se dirige a la guerra: olas de odio y miedo; inmencionables olores de muerte; sufrimientos que se convierten en rutinas. El poema encontró una extraña popularidad después de los atentados terroristas del 2001 porque hablaba de los engendros del mal, de los vanidosos rascacielos ciegos y de una "ofendida noche de septiembre". El final del poema termina con un llamado: No hay tal cosa como el Estado/ y nadie existe solo;/ el hambre no permite elección/ al ciudadano o al policía;/ debemos amarnos los unos a los otros o morir.

    "Debemos amarnos los unos a los otros o morir". Pocas veces se ha asentado con tal claridad la idea del amor como imperativo. El aire cristiano de la línea es claro: el amor se constituye como una obligación. Seguramente, como ha señalado Joseph Brodsky, uno de sus lectores más brillantes, su significado es más directo: debemos amarnos los unos a los otros, o matar. Si no vemos por el otro, pronto nos estaremos matando. Que un poeta como Auden hable del imperativo del amor tiene sentido. (Debo decir, entre estos paréntesis que al propio poeta la línea le molestó años después. Le parecía afectada y falsa. Intentó otras fórmulas. "Debemos amarnos los unos a los otros y morir". No le convenció el cambio. Tachó el párrafo y después se decidió por eliminar el poema de su compilaciones).

    Tiene sentido también en las prédicas sacerdotales. Para la teología cristiana, el amor es un deber primordial. Kant puso esa noción en su sitio cuando argumentó que el "deber de amar" era un absurdo lógico. Para que algo sea obligatorio debe ser, en principio, realizable. Bien se sabe que el amor no es gobernable. El individuo no decide los destinos ni las intensidades de su afecto. No se trata de un acto voluntario porque es una emoción y las emociones no se activan a voluntad. El amor, sostiene el filósofo en su "Metafísica de la moral", es un sentimiento, no una decisión. No puedo amar porque quiero amar, mucho menos porque debo amar. Por ello, concluye Kant, hablar del deber de amar es sencillamente un absurdo.

    El debate tendrá dimensiones filosóficas y teológicas fascinantes. ¿Cuáles serán los resortes profundos de la acción y el sentimiento? Lo que parece extraño es que el Estado disponga que el amor sea una obligación jurídica. Eso es lo que ha hecho nuestra nueva ley para prevenir la violencia contra las mujeres. El desamor ha sido tipificado como una infracción legal.

    La flamante Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia establece que el desamor es un acto de violencia psicológica que el poder público debe castigar. La torpeza técnica de los redactores de la ley es evidente: dirigen su atención a las fuentes de la violencia, sin concentrarse en los actos de la violencia.

    Sin duda, el desamor puede ser fuente del atropello. Lo puede ser también su contrario: el enamoramiento. De la ambición y de la generosidad pueden surgir buenas razones para el crimen. No importa por qué un ladrón roba un banco. Puede querer el botín para comprarse un castillo o para donarlo a un hospicio. Lo que ha de castigar la ley es el robo. Pero los bienintencionados redactores de la ley han tratado de cazar malos sentimientos porque creen ahí debe atajarse el abuso machista.

    Lo que ha de estar en el ojo del Estado y su aparato coactivo es la acción que lastima a la mujer, aquello que la lesiona o que la humilla. Me resulta claro que el Estado debe castigar tanto la violencia física como la psicológica. El problema es cómo se encara normativamente esta aspiración. El desamor o los celos pueden ser fuente de un terrible despotismo doméstico. Pero lo que ha de contar para el poder público es la acción, no la pasión. Multar el desamor es simplemente una ridiculez. Para los redactores de la ley, Julio Cortázar, al escribir su "lenta máquina del desamor" confesaba, no una desolación, sino un crimen.

    La lenta máquina del desamor,/ los engranajes del reflujo,/ los cuerpos que abandonan las almohadas,/ las sábanas, los besos,/ y de pie ante el espejo interrogándose/ cada uno a sí mismo,/ ya no mirándose entre ellos,/ ya no desnudos para el otro,/ ya no te amo,/ mi amor.

    Lo más notable es que, detrás del supuesto progresismo de la legislación, hay un ánimo profundamente reaccionario. Mientras en el País se elimina la aberrante idea de que la mujer tiene la obligación de tener relaciones sexuales con el marido cuando éste quiera, y se acepta en consecuencia que puede haber violación dentro del matrimonio, se pretenden restaurar deberes amatorios dentro del matrimonio, siempre y cuando el obligado sea el hombre. Así lo sugiere la fiscal para delitos contra las mujeres, Alicia Elena Pérez Duarte, en una notable entrevista con Excélsior (23 de febrero de 2007). En esa entrevista, la fiscal minimiza los homicidios de maridos: "Ojo, hay mujeres que han asesinado a los señores maridos, desde luego que sí, pero siempre, siempre, en defensa propia o en defensa de uno de sus hijos".

    Siempre, dice ella. El asesinado, si es hombre, no podrá ser nunca inocente. Por algo lo habrán matado. Ahí mismo sostiene que la nueva ley permitirá castigar a los maridos que eviten tener relaciones sexuales con sus mujeres. Deberán ser castigados por indiferencia o desamor. El Opus seguramente habría cambiado el sexo de quien merece condena, pero no lo habría dicho mejor.

     
  • At 11:05 PM, Blogger Cosmo

    Chale, chale y mas chale. Este es un tema que desde mi muy particular punto de vista da para dedicarle un blog entero.

    En materia de equidad de genero hay que ser sumamente precavido, no tanto por las suceptibilidades de algunas volatiles personalidades -casi siempre femeninas- sino por lo delicado de la tarea que implica lograrla. La equidad, el equilibrio.

    ¿Alguien sabe acaso en donde se localiza?. Yo no, pero creo firmemente en una frase que solía mencionar un maestro de historia universal que tuve hace años: "Es facil saber donde empieza una revolucion, lo dificil es predecir en donde terminará".

    El feminismo mal entendido, aunado a la falta de un "varonismo" -como prefiero llamarle- han puesto al hombre contra las cuerdas. Si no mete las manos en esta lucha, la perderá, pero si las mete entonces "es un cerdo machista y discriminador". El discurso de estas feminas es infalible. Si ganan es porque son muy buenas y hay "equidad", si pierden es porque los hombres las discriminaron.

    Suena a perredismo, pero en muchos casos es cierto.

    Antes de que me lluevan los huevazos de mis tres lectoras, pondre un ejemplo hipotético.

    Supongamos que en mi empresa tengo dos vacantes del mismo nivel y salario. Para cubrirlas tengo a seis aspirantes, tres hombres y tres mujeres. Equidad sería contratar a un hombre y a una mujer. Justicia (o simple logica empresarial), sería contratar a los dos mejores, asi sean dos hombres o dos mujeres.

    Al pagarles, el cheque no discrimina, el cheque sabe de luchas de sexos. La "discriminacion" es algo mas sutil.

    -"Hasta mañana..." dice Lupita, -¿Como que hasta mañana?, Replica Pedro sin ocultar su molestia, si estamos en cierre de mes y estamos hasta el cuello de trabajo.
    - Es que ya es tarde y no he visto a mi gordo en todo el día, ademas como vivo lejos, me da miedo irme sola mas noche, asi que el jefe me dio chance de irme. Bye.

    Pedro se queda perplejo. El tampoco habia visto a sus dos hijos en todo el día (de hecho en dias, ya que cuando llega siempre estan dormidos), vive mas lejos que Lupita, tambien se va solo, y lo unico que sabe es que tiene un "deadline" a la vuelta de la esquina.

    Ah -diran mis iracundas lectoras- es que el es hombre. Precisamente, digo yo.

    Al otro dia es quincena. Lupita llega a trabajar con el animo de siempre, mientras que Pedro no tiene su mismo animo pero si tiene unas ojeras de mapache.

    "Pedro, me falta un buen... ¿me ayudas?"

    Pedro tiene dos opciones:
    Decirle que si le faltaba tato para terminar no debió irse temprano una noche antes.
    ó
    Hacer de tripas corazon y ayudarle.

    Si Pedro decide la opcion uno sera juzgado por todas las mujeres de la oficina. Será un cerdo machista que no entiende el rol de Lupita, el de una moderna mujer trabajadora llena de responsabilidades.

    Si decide la segunda, Lupita se irá temprano cada cierre de mes y Pedro y sus ojeras estaran ahi para ayudarle la proxima vez que necesite ayuda.

    La cereza en el pastel sería que Lupita obtuviera un ascenso y Pedro no.